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¡Bienvenido a Mi Blog!

¡Bienvenido a Mi Blog!

Soy Xisco Rincón,

un tipo que se dedica a destilar las verdades desnudas de la vida y las envuelve en palabras que pegan como un puñetazo en el estómago.

¿Y qué haces?

Desafiar los límites del frío en Noruega y escribir historias semana tras semana, desde las entrañas de este gélido lugar.

¿En serio?

 Sí, vivo y trabajo aquí, donde el frío aire corta como cuchillos, pero mis historias calientan el alma.

¿Cómo demonios has acabado allí?


Escucha, déjame contarte una cosa

Hubo un tiempo en el que me encontraba llenando cajas en una fábrica.

¿Y ahora?

¿Qué crees?

Eso quedó en el pasado. Ahora mismo, estoy aquí, en los confines helados de Noruega, hablando cuatro idiomas y escribiendo porque me place.

No te voy a vender nada, ¿lo entiendes? N A D A.

Mi única intención es soltarte mis historias, decorarlas con palabras que te golpeen como un puñetazo en la mandíbula y luego...

bueno..., tú decides.

Puedes:

  • Tirarlas a la basura.
  • Guaradarlas como tesoros para leerlas cada noche antes de ir a dormir.
  • Saborearlas por las mañana, acompañadas de un café humeante y un croissant recien horneado.
  • O quizás prefieras compartirlas con tus hijos, tus nietos, o simplemente, dejar de seguirme porque te repugno.

Haz lo que te plazca.
Pero déjame decirte algo, si decides suscribirte, prepárate para emocionarte.
Porque aquí, las emociones corren libres.


¡Esperaaaa! ¿Todavía no estas convencido?

Bueno, vamos allá, Saciemos tu curiosidad...


Esto pasó tal y como te lo cuento.

Déjame explicarte la situación.

Mi familia no nadaba en la abundancia, así que me vi obligado a recurrir a una beca para poder estudiar. Sin lloros, simplemente era lo que tocaba.

Esa era la realidad.

Beca, universidad,...

Hasta ahí todo bien. ¿Bien? No, más bien, mal.

De la universidad pasé a trabajar en una fábrica, llenando cajas para la Margaret Astor (pintauñas creo).

Ocho horas diarias.

Con una bocina que sonaba a ratos.

Aun puedo recordala, hacía un ruido espantoso, pero al menos nos daba una pausa. Las máquinas se detenían, nuestras manos descansaban, la producción se paraba y teníamos permiso para ir al baño.

Eso era lo peor, peor que trabajar sin parar, peor que no llegar a fin de mes. No poder ir al baño cuando lo nescesitas es triste. Muy triste.

Mientras tanto, una mujer con cara de haberse tragado un par de canarios enteros vigilaba el reloj. Tic tac, tic tac.

Y ...

ahí iba de nuevo la bocina.

Y ahí iban de nuevo las máquinas, las manos y la producción, al compás de los sueños de todos los que trabajabamos al ritmo de la máquina, al compás del reloj, como si fueramos una prolongación del acero y los cables. Así, nuestras manos se ponían en movimiento, mezclándose y confundiéndose con el rugir de la maquinaria.

Sin sentido, sin pasión, sin corazón.

Y para colmo, por llegar tarde un día, la mujer de los canarios me soltó:

"Si vuelves a tener problemas con tu coche, no hace falta que vuelvas".

El trabajo era una basura, pero no tenía otra opción. Era eso o la calle. Esa basura o dormir bajo un puente. A partir de ese día, empecé a ir en autobús: Vendí el coche.

Sin coche, sin libertad para ir al baño, sin respeto, sin nada.

Necesitaba encontrar un trabajo de verdad, uno digno, donde pudiera mear cuando me diera la gana.

Así que envié cientos de correos electrónicos a empresas solicitando trabajo, y nadie respondía.

Nadie.

¿Por qué?

Porque hacía lo mismo que todos, era uno más.

Entonces me di cuenta: si haces lo mismo que todos, obtendrás los mismos resultados.

Tenía que haber más: Para mí, para ti, para todos.

Entonces todo cobró sentido, era simple y lo tenía delante de mi nariz.

Simple y llanamente: Haz lo contrario de lo que hace todo el mundo.

¿Todos envían correos electrónicos?

Yo enviaría cartas. Cartas físicas con una frase intrigante en el sobre que les obligue a abrirla. Para que me lean. Sí o sí.

Dirigida directamente al gerente, al que toma las decisiones.

Así que compré 100 sobres y escribí 100 cartas.

En cada sobre, escribí en el exterior: "¡NO ME LEAS!".

Aabrieron la carta, todos, era inevitable. No pudieron resistirse.

No mandé ningún currículum,

¿Para qué? ¿Qué iba a poner?

"Llenaba cajas para la Margaret Astor"
"Sé mucho de pintauñas, aunque nunca los he usado"

No, Les conté mi historia. Como la has leído arriba. Y funcionó.

En menos de una semana, ya tenía un trabajo.

De lo mío. Y gracias a eso hoy vivo en Noruega y trabajo en una de las principales empresas escandinavas, en un puesto de gran responsabilidad.

Espero que te haya gustado.

¿Quieres saber más?

suscríbite y prepárate para emocionarte.